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ZEN

Serie: “ZEN” 

 

Adelanto del camino de la serie Z•E•N, siguiendo con la investigación sobre cómo conocemos o creemos conocer desde una perspectiva post y transhumanista. La certeza (?) del punto mínimo en el que hacemos foco frente al abismo de esa incerteza abstracta que existimos.
 

Óleo sobre canvas 100x150 y 450x120 cm

Esta serie fue exhibida en Xippas Galleries, Punta del Este en 2025 bajo el título "Z∙E∙N - Los Paisajes de la ausencia" con el siguiente texto curatorial a cargo de Manuel Neves:

Apuntes sobre la obra reciente de Carolina Fontana

“Un monje zen debe carecer de morada fija, como las nubes, y de apoyo firme, como el agua”

Eihei Dōgen Shōbōgenzō

 

En el pensamiento occidental (de Aristóteles hasta Heidegger), la idea de esencia, lo que es invariable, inmutable y perenne en algo y por ende constituye su naturaleza, está asociado a la imagen de la casa y del hogar. En ese sentido, esencia es lo que subsiste y lo que resiste al cambio.

En la cultura del extremo oriente, la existencia es la no esencia y está relacionada con el caminar, con el no habitar. La cita del maestro del budismo zen Dōgen, constituye su enseñanza fundamental: habitar en ningún lugar.

El filósofo Byung-Chul Han nos explica que en oriente “es decisiva esta diferencia entre ser y camino, entre habitar y caminar, entre esencia y ausencia”. En resumen, en occidente la esencia subsiste como una casa, en oriente, es un camino, una no esencia.

Aunque Fontana abordaba en su trabajo reflexiones sobre la ausencia y la presencia, en relación con el cuerpo, el contexto singular corolario de la epidemia, generó otras reflexiones vinculadas al ser y la percepción de la realidad contingente y los medios de comunicación, como mediadores de esa realidad.

Esta epidemia dio lugar a una situación sin precedentes a nivel mundial, producto de la combinación de diversas políticas sanitarias que impusieron, en términos generales, el confinamiento obligatorio, el control estricto de los desplazamientos y medidas preventivas extremas. A esto se sumó la monopolización del espacio audiovisual por parte de los medios de comunicación.

Estas preocupaciones se materializaron en diferentes proyectos, como la instalación multimedia (Disociaciones 2021). En 2022, la artista retoma la práctica de la pintura, realizando la serie de pinturas llamadas .net, que se pueden interpretar como una singular recuperación del género del paisaje. En esta serie de pinturas se contraponen imágenes panorámicas de diferentes ciudades (Shanghái, París o Montevideo) con la de placas madres, también llamadas placas bases o principales, que son tarjetas de circuitos impresos donde se colocan los componentes que forman un ordenador.

Estas pinturas proyectan ambigüedad, ya que es difícil reconocer rápidamente la diferencia entre estos dos elementos. Así, estas obras buscan cuestionar la relación entre macro y micro, y a la vez entre el mundo concreto y el digital, al proyectarlos como imágenes especulares o difíciles de separar. Dicho con otras palabras: como mundos reales interconectados. Asimismo, a medidos del 2022 la artista comenzó en forma paralela una nueva serie llamada Z∙E∙N.

Al acercarnos a la pintura PdE rojo (2024) de Carolina Fontana, un tríptico de casi 5 metros, nos invade la sutil sensación de ser envueltos por sus colores y líneas, generando un sentimiento de conexión, con lo representado. No obstante, si miramos la obra con detenimiento notamos en su centro la representación de una vista de Punta del Este, que se proyecta como una agradable evocación, como un afectuoso déjà vu. Si definimos esta obra como un paisaje, este no parece afirmarse como un lugar estable, sino como una ausencia.

 

Las obras de la serie Z∙E∙N se articulan en una relación complementaria entre un lugar representado de forma precisa, (la fotografía de un pequeño paisaje) y un espectro de colores generado por este que ocupa la mayor superficie de la obra. Estos vectores, que hacen referencia vagamente a líneas de fuga en la tradición renacentista de la perspectiva proyectan una particular ilusión de espacio envolvente.  

 

Fontana desestabiliza nuestra mirada, al generar una imagen donde lo figurativo se contrapone con los planos de color que se abren y que parecen buscar una salida o escapar al plano de la tela.Un tropismo que, si no encontrara los límites espaciales de la superficie de la tela, podría envolver todo el espacio circundante y nos incluiría.  

 

El Zen, es una escuela japonesa del budismo. La palabra zen, significa meditación y está íntimamente relacionada con Zazen que quiere decir meditar sentado. La artista hace una interpretación libre y subjetiva del zen, y está relacionada con la belleza de lo que no es fijo, sino como algo flotante que no tiene límites.

 

Nuevamente Byung-Chul Han nos explica que lo bello en Japón “no es lo claro o lo transparente (de un paisaje), sino lo que no está delimitado nítidamente”. En la pintura del budismo zen no hay una diferenciación entre luz y oscuridad, el paisaje flota en el vacío de la hoja en blanco, por lo contrario, en la pintura occidental, la luz tiene una función heroica, que busca aniquilar, como el sol en un amanecer, a la oscuridad.

En las obras de Carolina Fontana lo figurativo parece surgido de un espectro en movimiento, de un espacio indefinido y abstracto, de una ausencia y a la vez esas imágenes de ciudades que podemos reconocer, parecen generar esos vectores, donde no hay diferencia entre luz y oscuridad, porque todo se disuelve en planos de color inmateriales que nos envuelven, como una no esencia.

 

La esencia de un paisaje, que se establece en la relación entre un individuo que observa y la geografía que es observada, no parece cumplirse, ya que todo se disuelve.

 

Manuel Neves Febrero del 2025

por M. Carolina Fontana | Artes Plásticas & Visuales | 

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